Formo parte de ese amplio grupo de seres humanos que consideran que la primigenia maldición bíblica, la de 'te ganarás el pan con el sudor de tu frente', se hizo realmente efectiva cuando se le añadió el corolario: 'levantándote al amanecer'.
A la hora de pasar por la tortura de madrugar, servidor intentó suavizarla todo lo posible y hace unos años se hizo con un magnífico radio-despertador Sony con un buen puñado de opciones.
Me sorprendió gratamente en su momento, descubrirle entre ellas un botón con un 'sol' dibujado, ¿su utilidad?: adelantar una hora el reloj cuando el último fin de semana de marzo de cada año pasamos al horario de verano. Cuando toca pasar al de invierno, el último fin de semana de octubre, sólo hay que pulsar el botón de nuevo, (eliminando con ello el sol que apareció en marzo en la pantalla).
Hace unos días, Seth Godin, uno de los grandes gurús mundiales del Marketing, comentaba en su blog como era posible que aun hoy a nadie se le había ocurrido añadir a los relojes-despertadores un botón de 'fin de semana' de forma que sólo con pulsarlo el viernes por la noche no nos haga madrugar el sábado por la mañana, y pulsándolo de nuevo el domingo por la noche, nos castigue convenientemente el lunes al amanecer.
El señor Godin culpaba de esta falta a que la mayoría de la gente que trabaja en el desagradecido negocio de fabricar despertadores está demasiado ocupada con tareas más mundanas como las ventas, la promoción, la distribución, etc. y se olvidan de hacer productos que gusten de verdad a la gente, que le hagan la vida más fácil y resuelvan sus mil pequeños problemas de cada día.
La intención de este artículo es simplemente servir de punto de partida para una sencilla reflexión: ¿damos a nuestros clientes un producto/servicio que de verdad les hace la vida más agradable? ¿están nuestros procesos de venta, entrega, cobro, etc. diseñados pensando en esa máxima? ¿o están hechos pensando en lo que es más conveniente para el negocio?
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