Aunque pueda parecer chocante hay casos, y mucho más numerosos de lo que en principio se podría pensar, en los que la presencia de negocios competidores puede ser imprescindible para la supervivencia del nuestro.
Nada mejor para ilustrar el caso que el ejemplo de P. S. M. quien tras varios años trabajando en ópticas ajenas decidió un buen día hacerse empresaria y abrir su propio negocio. Eligió para ello un bonito local en un barrio residencial de su ciudad, con unos pocos miles de vecinos y ningún negocio competidor.
Desgraciadamente tras un año de actividad se vio en la necesidad de echar el cierre. Las ventas conseguidas no le daban para pagar los diversos gastos ni conseguir unos ingresos mínimos dignos. Cuando le pregunté la razón por la que creía que no habían despegado sus ventas fue muy clara en su respuesta: "Por que no había otras ópticas cerca".
Para comprarse unas gafas, y para otros muchos productos, el consumidor del siglo XXI no se queda con lo primero que ve. Prefiere mirar, comparar y adquirir finalmente lo que más le complace. El que varios establecimientos del mismo ramo estén cerca, no deja de ser una comodidad añadida en ese proceso y así contra lo que el sentido común podría decirnos en primera instancia, el que estén próximos acaba incrementando las ventas totales de todos ellos.
Este fenómenos no sólo se da con gafas, zapatos, ropa u otros complementos. Hay multitud de productos y servicios (por ejemplo de telefonía/Internet, de móvil, viajes, restaurantes...) donde la concentración geográfica de la oferta se traduce en una ventaja para todos.
Podría ser una buena idea, en esos casos, plantearse campañas comunes de publicidad, comunicación, etc. con objeto de atraer más gente hasta sus locales. Lo que para uno sólo podría resultar en un coste difícilmente justificable, repartido entre todos puede ser perfectamente afrontable.
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